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A. A.
Sábado, 23 de septiembre 2006, 03:34
Ante numerosos colegas de profesión, entre reporteros de guerra, corresponsales en el extranjero y enviados especiales, la periodista noruega Asne Seierstad reveló los entresijos de su trabajo en Afganistán, una experiencia que ha trasladado a su célebre volumen 'El librero de Kabul'.
Seierstad convivió con una familia afgana enfundada en un burka, lo que le permitió tener acceso tanto al mundo masculino como al femenino. «Llevarlo es asfixiante, pero para el trabajo periodístico fue un alivio porque por primera vez podía ver lo que realmente estaba pasando, sin que las situaciones estuvieran condicionadas por mi condición de reportera», explicó.
La periodista posee unos rasgos físicos claramente escandinavos, alejados del aspecto local, por lo que esta prenda larga hasta los pies y abierta a la altura de los ojos con una espesa rejilla le proporcionó seguridad y un punto de vista no viciado. «En Irak sería imposible trabajar así», dijo.
Su charla en la capilla del Museo Esteban Vicente, inducida por el periodista Francisco Herranz, derivó hacia la especial condición de los corresponsales de guerra, quienes a su juicio deben poseer, además del imprescindible valor, buenas dosis de paciencia, curiosidad y convicción.
Pesimismo
Seierstad definió a la sociedad de Afganistán como «una de las más injustas del mundo» y, dentro de un tono esencialmente pesimista sobre el futuro del país, rescató de su memoria algún aspecto positivo como el valor de la familia.
Experimentada y receptora de toda suerte de elogios por parte de la prensa mundial por su trabajo en sociedades deprimidas y zonas de conflicto armado, adelantó que su próximo libro «hablará también de una guerra, pero esta vez la guerra contra la pobreza».
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